sábado, 10 de marzo de 2007

- El Marqués de Sade en Jacques Lacan

Por Marcela Suárez

Jacques Lacan escribió un texto titulado “Kant con Sade” en un contexto en el que Michael Foucault acababa de publicar “La Historia de la Locura”, trabajo que junto el texto “Dialéctica de la Ilustración” de Adorno y Horkheimer lo habían inspirado1. Le interesaba escribir con la intención de vincularse con la filosofía y de trabajar los temas ley, goce, perversión y deseo, estudiando la figura del libertino y el discurso sobre el imperativo categórico2. El trabajo constituye una reflexión sobre la ética, principalmente a partir de la pregunta que surge de la relación entre deseo y ley.

Lacan comenta a Kant y recuerda que éste rechaza la idea de que el principio del placer es la ley del bien que es la ley del bienestar porque ningún fenómeno puede tener una relación constante con el placer. Señala que Kant propone así el bien que es objeto de la ley moral, bien que surge como sustracción de peso de la respuesta que el sujeto siente ante la satisfacción de sus placeres3. Se parte del principio kantiano de “la moral como una práctica incondicional de la razón”, y el bien que se acerca al obedecer la pura forma de la ley, obediencia que implica la expulsión del objeto de bienestar; una moral que implica la obediencia a la pura forma de la ley, un incondicionado universal. Partiendo de esto Lacan reflexiona sobre la posibilidad de que el sujeto, “al encontrarse frente a ningún objeto”, encuentra una ley que al articularse como máxima se convierta en ley que deba tenerse como universal4. En el discurso sobre la moral para Kant no interesa la búsqueda de la felicidad sino de la dignidad, ya que la meta para los seres humanos no debe ser el ser legales, sino actuar conforme a la legalidad. Así Lacan llega al personaje Sade, el libertino de “Las Luces”, ese que plantea la libertad sin límites, para acercarse a la idea de que el imperativo del goce en el Marqués reúne los requisitos del imperativo categórico de Kant5. Lacan en este texto colocará el discurso Sadiano a nivel de cualquier otro discurso filosófico.

Aquí se tiene un Sade que sostiene un ateísmo llamado por algunos “naturalista” porque critica las leyes que impiden a los hombres situar la particularidad del goce, Donatien Alphonse Francois propone una nueva ley moral, la obligación de gozar porque la naturaleza lo ordena6, y con esto va más allá de los libertinos de su época, porque rebasando la libertad moral que éstos promueven, propone una moral nueva, la de la estricta obediencia: “hay que gozar, es una obligación”7. Rolando Karothy señala que los libertinos de “La Ilustración” sustituyeron de alguna manera a Dios en la posición de Sujeto supuesto saber, propusieron a la naturaleza, hablaron así de una sustancia supuesto gozar, desplazando el valor de la verdad desde el polo del saber al del goce8.

Lacan señala que Sade plantea su regla del goce como universal, y establece un vínculo entre el imperativo kantiano y la máxima Sadiana : “tengo derecho a gozar de tu cuerpo, puede decirme quienquiera, y ese derecho lo ejerceré sin que ningún límite me detenga en el capricho de las exacciones que me venga en gana saciar en él”9, idea que viene a situar la máxima del derecho al goce; Lacan introduce aquí la obediencia pura de la ley, el gozo y la extracción o expulsión del objeto, todo forma pura de la ley.

Lacan opina que la ley moral se instaura con una bipolaridad que no es otra cosa que la escisión del sujeto que se opera por la intervención del significante, el sujeto de la enunciación y el sujeto del enunciado y así la máxima Sadiana al producirse por boca del Otro desenmascara la escisión del sujeto, y lo interesante radica en que Sade propone al Otro libre, la libertad del Otro como central del derecho al goce que pone como sujeto de la enunciación. El goce es lo que modifica la experiencia Sadiana porque sólo acaparará la voluntad cuando ya la haya atravesado10. Y aquí Lacan al referirse al verdugo que lleva a la práctica la tortura que sufren las protagonistas de su obra, coloca al objeto como agente de tormento11. El sádico es el instrumento, el goce no está de su lado, se encuentra tratando de demostrar el goce del Otro; Lacan afirma que el perverso se imagina ser el Otro para asegurar su goce.

Así Lacan llega en su texto al concepto “Fantasma Sadiano” en dónde el ejecutor aparece como el instrumento. El fantasma hace el placer propio para el deseo, placer que tiene su término en el desvanecimiento del sujeto; Lacan define al fantasma “a” dónde el rombo se lee “deseo de”12, representando al fantasma Sadiano con un esquema:





En posición de objeto el verdugo se hace voz de una voluntad que quiere gozar, es instrumento de una voluntad que ordena el goce, verdugo que se hace instrumento del goce del Otro. Sosteniendo este goce el verdugo se dirige a su víctima, víctima que está en el lugar del sujeto, sujeto que se encuentra entre la sumisión al imperativo y la rebelión contra el dolor hasta la producción de su desvanecimiento. La voluntad que se representa “V” es llamada en la obra del Marqués “La filosofía en el tocador” “ley de la naturaleza, y Lacan la escribirá en este texto así: a-->V13. Se puede afirmar aquí que existe una ética del verdugo, porque éste actúa en nombre del bien supremo. En este esquema en el lugar de sujeto es dónde se va a colocar a la víctima porque es la que asume todo el peso de la subjetividad del sujeto, porque el que se encuentra del otro lado es el sujeto trascendental, ese que dice “yo obedezco órdenes”14. Aquí resulta interesante relacionar esto y remitirse a Hanah Arendt y su obra, en particular su trabajo sobre el discurso de Eichmann y la “obediencia debida”15.

Refiriéndose a Sade, Lacan afirma que “Hay que forzar la oreja, hay que decirlo, hay que oir”, forzar la oreja del lector porque hay que cumplir la voluntad de decirlo todo. Se trata de un fantasma del tormento continuo hasta poder agotar todo lo que pueda decirse16, se trata de construir un sujeto no barrado y para Sade, el imperativo del goce se convierte en el imperativo de decirlo todo, de escribirlo. Nombrarlo todo sería convertir a todo en significante, pero hay un goce que no queda capturado por el significante, hay algo que no es significante, es un resto, el objeto. Gabriela Padrán señala que en la erótica Sadiana se trata de reintegrar en el decir lo imposible de ser dicho, una reintegración que intenta integrar el homicidio a una lógica de la razón, intento de integrar algo no significante al campo del significante, que produce una paradoja, la del exceso17.

Y Lacan analiza algunos de los conceptos vertidos en la obra “La filosofía del tocador”. Así habla de la “belleza de las víctimas como la “barrera extrema para prohibir el acceso a un horror fundamental”; reflexiona también sobre el infierno en esta obra Sadiana, un infierno negado por el libertino, pero al mismo tiempo traído a colación en la persona de Saint-Fond18. En particular Lacan enfatiza la afirmación Sadiana de “una segunda muerte”, ante imposibilidad de otra vida después de la muerte19.

Lacan considera el desdoblamiento del Marqués, el Sade escritor y el Sade héroe del relato, el primero siervo de su fantasma, el primero como víctima20 y así imprime una vuelta al grafo. Señala que el legado del Marqués, el derecho al goce, sólo se puede traducir por una rotación de un cuarto de círculo y así escribe su esquema





Karothy afirma que el segundo esquema de alguna manera representa al Sade escritor, se puede ver la “V” como voluntad de goce y el Sujeto tachado; el perverso funciona a partir de la voluntad del goce y atormenta a la víctima para lograrla plenitud del ser.

Lacan afirma que el deseo “basta para hacer que la vida no tenga sentido si produce un cobarde” y que cuando la ley está verdaderamente ahí el deseo no se sostiene por la razón de que la ley y el deseo reprimido son “una sola y misma cosa”21. Agrega un comentario con respecto a Sade y su doble situación de héroe del relato y de escritor22, recordando la posición que para el segundo Pinel señalaría como “locura moral” que le significó a Sade trece años en Charenton, cuando ante la opinión de muchos de sus contemporáneos debía de otorgársele la cárcel o la pena de muerte23. Lacan así habla de un no lugar para Sade en medio de la división de las conciencias, en plena efervescencia revolucionaria y del discurso sobre los derechos del hombre. Lacan opina que hablar de derechos del hombre en realidad se reduce a la “libertad de desear en vano”24.

Posteriormente Lacan se remite a Kant para comentar la posición de éste frente a la ley, señalando que éste sostiene que el imperativo moral contrabalancea no sólo el placer, sino el dolor, felicidad, presión de miseria y hasta amor a la vida, y que por medio de semejante suspensión el imperativo moral revela al hombre su libertad, así imperativo y libertad se encuentran estrechamente implicados25, en contraste, Lacan sostiene que el imperativo moral universal no es la “verdadera palanca,” sino el deseo.

Lacan recuerda que el psicoanálisis reconoce en el deseo la verdad del sujeto y entonces el placer anima a reconocer la ley, agrega que si Kant afirma que la felicidad es agrado sin ruptura ésta no se otorga a quien no renuncie a la vía del deseo26. Agrega con respecto a Sade que la felicidad al convertirse en factor de la política se ha vuelto impropia, que la libertad de deseo es el factor nuevo porque la revolución deja que su lucha sea por la libertad de deseo y por que la ley sea libre, así el derecho al goce relegaría al principio del placer27. Ante esto Lacan se pregunta: "¿hasta dónde nos lleva Sade en la experiencia de ese goce, o sólo de su verdad?"28 y responde señalando que lo que rebasa ciertos límites no tiene nada que ver con el deseo y que la obra Sadiana por más de pretender ser malvada no lo es29, que la obra no presenta éxito “en la coronación del fantasma Sadiano”30. Lacan demuestra así que el deseo es el reverso de la ley ya que eso se sostiene en el fantasma Sadiano; es decir, en su crítica a Kant introduce “la opacidad del deseo allí dónde se instaura la transparencia de la ley formal”31. En el perverso no está en juego el deseo del Otro sino el goce del Otro.

Finalmente Jacques Alain Miller comenta que en el psicoanálisis el tema Sadiano no se remonta a Lacan, Freud ya había sostenido que el secreto de la conciencia moral era el elemento sádico y por otro lado aludió a Kant señalando que su imperativo categórico era el heredero del complejo de Edipo. Kant planteando así el principio de la más alta moralidad y el complejo de Edipo como fuente de nuestra moral, moral desexualizada. El masoquismo moral que sexualiza la moral y la represión cultural de los instintos que retorna al sujeto impidiendo que lo instintivo se ejerza en la vida, volviéndolo contra el sujeto mismo. Tanto Kant como Sade proponen la sumisión del sujeto a la ley pero Lacan expone las diferencias, mientras que Sade hace surgir al Otro dejando aparecer el objeto de deseo (“a”), Kant lo desaparece al crear una teoría de la autonomización del sujeto por medio del derecho, en tanto el primero plantea la obligatoriedad del goce, Kant propone la muerte del deseo y así plantea el surgimiento de la ley moral. Elisabeth Roudinesco señala que de esta manera Lacan sugiere que la moral kantiana nace no de una teoría de la libertad, sino de una teoría del deseo en dónde el objeto es reprimido32, y muestra la simetría entre el imperativo de Kant y el de Sade. Freud ya había abordado a ambos autores, pero la originalidad de Lacan fue el unirlos otra vez33.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buen articulo, estoy casi 100% de acuerdo contigo :)